Una de magos, bombas y alemanes que hacen clic
Jasper Merkley no tenía títulos ni carrera militar. Solo era un mago que quería servir a «los buenos».
Pero supongo que tendía buen copy ya que terminó en el norte de África, en el campo de batalla con una unidad propia llamada «The Magic Gang», que era un rejunte de personajes marginales del ejército en el que cada integrante tenía algún conocimiento específico.
Su primer encargo fue el siguiente.
¿Cuál?
Ocultar el puerto de la ciudad de Alejandría de las bombas que tiraban los aviones alemanes durante sus vuelos nocturnos.
– No vamos a esconder el puerto. Dijo Maskelyne.
Entonces se ocupó de crear otro. Un puerto de mentirijillas hecho con pinturas y luces que se multiplicaban gracias a espejos.
Por las noches se apagaban las luces del puerto real y se encendían las del falso. Incluso se hicieron estallar explosivos para simular que alguna bomba había dado ya en el blanco cuando los aviones enemigos sobrevolaban por allí.
Pero cuentan que su gran obra fue fingir el avance de las tropas aliadas por el desierto en El Alamein.
Un general británico llamado Bertrand Montgomery tenía que acabar con su rival Erwin Rommel y para eso llamó al mago.
La idea sobre la que trabajaron fue la de fingir que el ejército aliado avanzaba desde el sur hacia la ciudad de Alejandría.
Para eso, la unidad “The Magic Gang” se ocupó de crear un ejército de cartón piedra, con tanques hechos con palos y telas y hasta un oleoducto construido con desechos de latas.
Los alemanes cayeron en la ilusión y decidieron dividir las tropas para defenderse en los dos frentes. Divididos en dos fueron vencidos por Montgomery con facilidad.
Esa fue la primera victoria del ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial.
Cuánta inteligencia y en qué estúpida empresa.
Solo espero que tu negocio sea más reconfortante que ganar una batalla en un lugar lleno de polvo.
Lo que sí me gustaría, es que te diviertas haciendo tu estrategia comercial igual que el mago Maskelyne y puedas llevar a tu cliente con la misma facilidad con la que él dirigía a los alemanes a voluntad.
Para que apreten el botón dónde y cuándo él quería.