Pizzas, fantasmas y cartas de venta
Estábamos tranquilos, mi hija Rocío en el sofá mirando Netflix, mi hijo Joan en su cuarto siguiendo Youtubers. Yo hacía un mate en la cocina.
Serían las cuatro de la tarde y las luces estaban apagadas desde ayer, te lo aclaro antes de que preguntes.
El caso es que la lámpara de la escalera explotó, pero no la bombeta, si no la pantalla de cristal.
No se partió en dos, en tres o en algo moderado. No. Fue como si el cristal quisiera hacerse harina.
Exageraciones aparte, mis hijos, al ver que yo era la que estaba más lejos comenzaron
– ¡Yo no fui! ¡Que limpie Joan!!!
– Ni hablar, estoy arriba…
Yo me rascaba la cabeza pensando «¿Por qué cuernos se rompió?».
Rocío dice:
– Hosti…qué miedo, má..no había nadie cerca! ¿No habrá algo del más allá por ahí?
Entonces Joan grita:
– Mamaaa…¡un fantasma en chándal! ¡en el pasillo hay un fantasma en chándal!
Y bajando la escalera con las manos en la cabeza, remata
-¿Eso es el espíritu deportivo?
jajaja
Con las risas Rocío se distrajo de su pereza histórica y levantó los destrozos.
Yo volví a la carta de ventas… nada guarro, un espectáculo de flamenco.
Y pensaba en la importancia de saber cuándo es el momento oportuno. El momento de contar un chiste, de decir te quiero, de hablar de beneficios.
Cuando escribes una landing no puedes apurarte. Todo requiere su tiempo. Es como una pizza, si no dejas levar los puntos de dolor, no puedes ponerle el tomate y la muzzarella.
Te han dicho que no hay que tocar mucho los puntos de dolor porque asustas a la gente.
Eso no es verdad.
El caso es que todos los ingredientes tienen que estar en la pizza.
Tú verás qué le hace falta, y cuándo.