Copywriting para una psycho-killer
Te voy a explicar una cosa que da mucha vergüenza.
De cuando era tan bruta que rompía ilusiones y mataba ventas.
Desde 1996 que me dedico a la danza, danza del vientre.
Cuando comencé, en clase éramos pocas y todas unas bichas muy raras.
Alguna que aprendía por tradición familiar, un par de curiosas colgadas (ahí entraba yo) y unas mujeres que siempre pensé que eran prostitutas pero nunca les pregunté de qué curraban.
Había otra, una desquiciada, se llamaba Laura, que bailaba en los partidos de Boca Junior, para animar a la hinchada, con un traje minúsculo azul y amarillo.
En Argentina eso no es deporte de riesgo, es intento de suicidio.
A lo que iba, que la danza era menos popular que los caramelos de regaliz en las fiestas infantiles.
Fue así hasta que Shakira popularizó una canción con rollo árabe y todo el mundo quiso aprender a bailar como ella.
Me hice profesora años después y llovían chicas que me decían:
– Quiero bailar como Shakira ¿Me enseñas?
Y yo contestaba:
– Shakira apesta
A ver, la respuesta podía ser más explicada, más diplomática, pero siempre iba a parar al mismo punto: Shakira baila mal.
Pocas de esas chicas se quedaban conmigo. Normal.
Era una psycho-killer de mi propio negocio. Era más suicida que Laura, la de Boca Juniors.
¿Qué me costaba a mí callar mis opiniones y dejar intacta una ilusión que las podía alimentar a bailar?
¿Qué me costaba callar la sabelotodo que tengo en la cabeza, y ser una profesora capaz de llevar a sus alumnas a descubrir por sí mismas que Shakira no coloca bien la cadera?
Bendito copywriting.
Me enseñó la importancia de olvidar las propias opiniones, las propias necesidades y centrar la atención en el lugar en el que se encuentra la otra persona.
Siempre.
No cuando es tu amiga, tu pareja, tu familia.
Siempre.
En especial cuando escribes un anuncio, cuando explicas un servicio, o presentas un proyecto.
¿Dónde está el otro? ¿Cómo puedo conectar con sus ilusiones, sus miedos, sus obsesiones? ¿Por qué cuernos tendría que leerme?
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