El tema del Do It Yourself y el jardín de casa
Cuando tienes un ataque de “hágalo usted mismo” (do it yourself para los marketineros) a veces todo confabula para darte el gusto.
Como cuando estrenábamos jardín y salía a arrancar la maleza como quién sale a quitar todo lo malo de la vida.
Como si pudiera hacer un exorcismo a base de arrancar unas pobres plantas que nunca le hicieron mal a nadie.
De hecho, una de las veces, como no tenía las herramientas adecuadas y no me daba la gana de salir a comprar, agarré el cuchillo del pan y salí a acabar con la vida sobre el jardín.
Sudé, bufé como un buey, agrandé mis pequeños bíceps y me sentí feliz.
Además, en mi entusiasmo asesino, Joan, mi hijo menor, se apuntó a la matanza, que entre una cosa y otra (había que luego limpiar todo eso) nos llevó una tarde entera.
Pero a los quince días eso era una jungla otra vez.
Pensé en comprarme un alargo para que la desbrozadora eléctrica llegue hasta el fondo del terreno, pero para eso necesitaba demasiado cable.
Entonces valoré comprar una de esas máquinas profesionales que llevan combustible, y me puse a mirar videos de como seleccionar la mejor desbrosadora, cómo mantener tu desbrozadora, trucos y consejos para cortar la hierba en tu jardín.
Al final me aburrí y llamé a un jardinero.
Mientras tomaba un humeante mate y conversaba con mi sobrino (por esos días estaba de visita) el jardinero cortó y limpió el jardín de punta a punta.
Nosotros lo mirábamos desde la ventana, mientras Ignacio me explicaba cosas acerca de las acciones de su empresa.
El tipo tardó la friolera de dos horas y quince minutos.
Y oye. Me gustó más que sudar cortando hierba a cuchilladas.
Por eso: a la mierda el do it yourself.
Que sí, que está muy bien lo de aprender por uno mismo, pero si la jardinería no va contigo hay que dejar que lo haga otro.
Ahora, si por ejemplo a ti te gusta escribir, y quisieras aprender a hacer clientes con tus textos, pues entonces puedes pagar para que te enseñen a hacerlo.